Señor Editor:
El cuadro clínico de infección por SARS-CoV-2 es bastante estereotípico, y se caracteriza principalmente por fiebre y síntomas respiratorios, con disnea e infiltrados pulmonares en los casos más graves. Sin embargo, también se han producido otro tipo de manifestaciones clínicas que demuestran el carácter multisistémico de esta infección.
La gravedad de los síntomas presentados, el síndrome de inmovilización por hospitalización prolongada, la hipoxemia persistente, los trastornos cardiovasculares y hemostáticos1,2, la edad habitualmente avanzada de los pacientes y la coexistencia de patologías crónicas en los casos más graves podrían justificar la persistencia de síntomas o aparición de secuelas físicas, cognitivas o psíquicas en los pacientes atendidos por infección por SARS-CoV-2 una vez superado el cuadro infeccioso. No obstante, en este momento existe escasa evidencia de su relevancia a largo plazo.
Estudios a medio plazo y con un número limitado de pacientes, mostraron que entre 20% y el 60% de los que superaron una infección por SARS-CoV-1 o MERS experimentaron un deterioro fisiológico persistente y algún grado de fibrosis pulmonar en el seguimiento3. Basándose en estas experiencias, se prevé que las complicaciones respiratorias pudieran ser una secuela importante de COVID-194. Además, hay evidencia creciente de que los pacientes que padecen COVID-19 experimentan una alta prevalencia de enfermedad tromboembólica1.
Por otra parte, está bien descrito en la literatura que tras padecer una enfermedad crítica existen, incluso en seguimientos a 5 años, síntomas físicos (problemas respiratorios, pérdida de fuerza muscular, neuropatía, disminución de la capacidad al ejercicio, disminución para la realización de actividades de la vida diaria, especialmente instrumentales), cognitivos (pérdida de concentración, afectación de la memoria, dificultad para la organización y finalización de tareas, afectación de procesos mentales) y alteración de la salud mental (depresión, ansiedad, síndrome post-traumático, afectación del sueño)5.
En este contexto, y a pesar de la escasa evidencia actual respecto a las repercusiones a medio y largo plazo de la infección por SARS-CoV-2, parece razonable la organización de un proceso asistencial en nuestro hospital para atender las posibles demandas asistenciales de los pacientes que han padecido la infección. Dado el carácter multisistémico de la enfermedad, con afectación de varios órganos y sistemas, en este proceso deben participar múltiples servicios hospitalarios de cara a implementar planes terapéuticos, rehabilitadores y de cuidados individuales que faciliten una atención integral del paciente con el objetivo de mejorar su calidad de vida.
La mejora en la calidad asistencial6,7 y en la calidad percibida8 mediante la implementación de indicadores de calidad9 y la planificación del alta hospitalaria10, pueden conllevar una disminución de las revisitas a urgencias dando solución a esas posibles secuelas mediante un adecuado estudio y tratamiento en consultas externas.