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Ultima década

On-line version ISSN 0718-2236

Ultima décad. vol.29 no.57 Santiago Dec. 2021

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-22362021000300125 

Artículos

Mundo laboral

El impacto de la pandemia Covid-19 en la inserción laboral de las juventudes en Argentina: intersecciones entre clases y géneros

O impacto da pandemia de Covid-19 na inserção laboral das juventudes na Argentina: interseções entre classes e gêneros

The impact of the Covid-19 pandemic on the labor market insertion of young people in Argentina: intersections between classes and genders

1 Doctora en Ciencias Sociales, FLACSO. B.A. en Sociología. Directora Académica del Programa de Investigación Juvenil y profesora del Magíster en Estudios Juveniles, FLACSO, Argentina. Correo electrónico: amiranda@flacso.org.ar

2 Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) Argentina

3 profesora de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Argentina .

4 Licenciado en Sociología, Magíster en Ciencias Sociales del Trabajo, Universidad de Buenos Aires (UBA). Argentina. Correo electrónico: malfredo@flacso.org.ar

Resumen

El artículo analiza el impacto de la pandemia Covid-19 en la situación laboral de las personas jóvenes en Argentina. A partir de una revisión bibliográfica y del procesamiento de información estadística secundaria, se argumenta que la situación educativa y laboral de las juventudes se encuentra atravesada de manera interseccional por los patrones de género y clase social. Las conclusiones proponen que producto de la pandemia de Covid-19 se ha profundizado la desigualdad social entre las juventudes, ampliándose la brecha educativa, de empleo e ingresos entre los distintos sectores sociales y géneros.

Palabras claves: jóvenes; empleo; desigualdad; Covid-19

Resumo

Este artigo analisa o impacto da pandemia de Covid-19 na situação laboral das pessoas jovens na Argentina. Com base em uma revisão bibliográfica e no processamento de informação estatística secundária, argumenta que a situação educacional e laboral das juventudes está atravessada de maneira intersecional pelos padrões de gênero e de classe social. As conclusões propõem que a pandemia de Covid-19 aprofundou a desigualdade social entre as juventudes, ampliando as diferenças educacionais, de emprego e de renda entre os diferentes setores sociais e gêneros.

Palavras-chave: jovens; emprego; desigualdade; Covid-19

Abstract

The article analyzes the impact of the Covid-19 pandemic on the employment situation of young people in Argentina. Based on a bibliographic review and the processing of secondary statistical information, it argues that the educational and employment situation of the youths is crossed in an intersectional way by the patterns of gender and social class. The conclusions propose that because of the Covid-19 pandemic, social inequality among youth has deepened, widening the educational, employment and income gap between the different social sectors and genders.

Keywords: youth; employment; inequality; Covid-19

1. Introducción

Luego del período de mejoras en los indicadores sociales de principios de los años 2000, y como corolario del párate económico que arrastra nuestra región desde mediados de 2015, el impacto del Covid-19 resulta ser un hecho de inusitada gravedad, cuyas consecuencias sociales aún se encuentran en ciernes (CEPAL, 2020). La agudización de los índices de pobreza y el aumento de las brechas de desigualdad asociadas a la caída de ingresos y posibilidades laborales tienen a las mujeres y las juventudes como uno de los principales sectores afectados. Benza y Kessler (2021) resaltan que las consecuencias de la pandemia para América Latina, entre las cuales impera subrayar los 570 mil decesos computados para enero de 2021, se extenderán más allá del cese de la circulación del virus. En efecto, con una agudización de los rasgos de discriminación estructural y un debilitamiento de los avances en las agendas democratizadoras impulsados por el período «post-neoliberal», las consecuencias de la pandemia tendrán como eco un aumento de la desigualdad social (Benza y Kessler, 2021). Pérez Sáinz propone que, como producto del Covid-19, en América Latina puede generarse una nueva arquitectura de la marginación social y un fuerte retroceso en las condiciones de vida de las poblaciones, frente a la cual cobran centralidad las estrategias familiares de supervivencia (Pérez Sáinz, 2021).

La situación argentina presenta un escenario contemporáneo de alta complejidad y desafíos profundos para la agenda pública. La complejidad actual parte del entrecruzamiento de una recesión económica y deterioro del mercado laboral, obra de las medidas macroeconómicas de la alianza de gobierno Cambiemos (2015-2019) y el párate económico local producto de la recesión global del año 2020 fruto de la pandemia Covid-19. Con el objetivo de aportar evidencia empírica acerca del impacto de este evento en la situación laboral juvenil en Argentina, el artículo se interroga sobre las tendencias y coyunturas desde y a partir de las cuales ingresan y transitan los y las jóvenes sus experiencias laborales. Con relación a ello se interroga, ¿cómo evolucionó el empleo juvenil en Argentina durante las últimas dos décadas? ¿Qué características asumieron dichas tendencias con relación al género y el origen social para el segmento joven?

Para dar cuenta de los objetivos propuestos se realiza el procesamiento de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), perteneciente al Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC), para el período 2006-2020. La delimitación temporal atañe a la definición de los cambios en los patrones de crecimiento y enunciaciones macroeconómicas, plasmadas en disquisiciones en lo que respecta a la actividad económica industrial local, el papel del asalariado y el rol del Estado (Neffa, 2018). El período 2006-2014 comprende una fase compuesta de una primera instancia de crecimiento económico con ampliación de la cobertura social, en especial a la expansión de las iniciativas de contención y profundización de las trayectorias educativas (Miranda y Carcar, 2020). El período 2016-2019 presenta el resultado de un programa económico que exhibe una redistribución regresiva de los ingresos en detrimento del sector del trabajo (Cantamutto y Schorr, 2017). La clausura del período en el año 2020 se realiza con el propósito de analizar el impacto de las condiciones epidemiológicas en el plano laboral. En efecto, se sostiene que la situación laboral se encuentra atravesada por a) el curso de vida, los patrones de género y sector económico; en donde b) las tendencias en las brechas de desigualdad se profundizan en los contextos de contracción económica generalizada.

El artículo se organiza de la siguiente manera: en el sucesivo apartado se presentan los principales debates sobre la dinámica ocupacional latinoamericana y las particularidades que asume para los grupos juveniles. A continuación, se exhibe la evidencia empírica correspondientes al período 2006-2020 con su respectiva división por tramo etario del curso de vida. Se concluye que la situación laboral juvenil en Argentina durante la Post-Convertibilidad presenta brechas en el acceso y permanencia en el empleo juvenil matizadas por la asistencia educativa. En paralelo, un proceso de sectorialización y focalización del empleo de escasa productividad, resultando la pandemia Covid-19 un elemento catalizador de las tendencias señaladas. Por último, se encuentran en los anexos metodológicos y estadísticos respectivos. En el anexo metodológico se describen las características de la fuente estadística utilizada y las particularidades que esta asumió bajo el desarrollo de la pandemia. Por su parte, el anexo estadístico concentra la información respaldatoria analizada en el apartado de los indicadores laborales juveniles.

2. Condiciones estructurales del mercado laboral

La temática del trabajo como categoría antropológica e histórica en la constitución de vínculos y relaciones sociales resulta central para las ciencias sociales. En particular, la cuestión de la desigualdad que afronta la realidad laboral latinoamericana -como un fenómeno de carácter histórico y dinámico- conlleva a debatir el rol -deseable, mas no suficiente- del empleo en tanto mecanismo de integración social. Al tiempo que desafía la capacidad de acción de los actores institucionales intermedios, tales como sindicatos, ONG y cámaras empresariales (Pérez Sáinz y Mora Salas, 2006). Es importante advertir que, si bien los desafíos vinculados al empleo adquieren una actualidad mayúscula en nuestros días, las problemáticas se remontan al proceso de industrialización de mediados del siglo veinte. Pese a los avances en las mejoras de vida de diversos segmentos que el proceso de industrialización impulsó, el mismo no logró reducir las desigualdades productivo-ocupacionales plasmadas en un heterogéneo panorama de figuras y calidades de empleo (Zuazúa, 2005).

Desde mediados de los años sesenta, las problemáticas de la heterogeneidad estructural y sus implicancias en los mercados de trabajo regionales han sido planteadas por las distintas vertientes pertenecientes al pensamiento estructuralista latinoamericano. Sus argumentos hicieron visible la dinámica de la inclusión/exclusión como una expresión de la acumulación capitalista y de la inserción tardía industrial de los países periféricos. Desde esta perspectiva, la marginalidad económica es fruto de la condición estructural de inserción de las unidades productivas y relaciones de producción. Debido al avance tecnológico y a la dinámica global del proceso de acumulación, porciones poblacionales se ubican en actividades económicas de carácter marginal y de subsistencia, con escasa productividad dentro de contextos de alta heterogeneidad estructural. Nun (1969) definió a dicha población como una masa marginal conformada por una superpoblación relativa de carácter disfuncional, lo cual se presenta como un desafío de gestión para Estados y gobiernos.

La particularidad que asume el capitalismo periférico conlleva a referenciar cómo se desarrollan esquemas de alta heterogeneidad productiva y marcada segmentación laboral que, sumado a los usos económicos de los perfiles sociodemográficos de la fuerza laboral, condicionan las oportunidades y perspectivas laborales (Piore, 1983; Goren, 2017). Atendiendo estos dinamismos, cabe reflexionar cómo, a partir de la centralidad que adquiere el trabajo bajo el capitalismo, las transformaciones entre las juventudes resultan ser reflejo de condiciones históricas situadas, en cuyo seno se habilita el acceso y uso de espacios e instituciones con sus hitos definitorios sobre la población (Gillis, 2017). Analíticamente, la articulación de tales condiciones abre el debate a interpretaciones no lineales y situadas en contextos cambiantes por los accesos y tránsitos en el empleo del capitalismo contemporáneo. En particular, los grupos juveniles resultan ser de los segmentos menos favorecidos, a lo que, si se suma la variable género y sector social, las tendencias pasan a constituirse en rasgos distintivos de desigualdad, más aún si se focaliza en lo que sucede en el Norte y Sur Global (Mosoetsa, Stillerman y Tilly, 2016).

Las investigaciones generacionales abren el debate por los procesos y formatos de acceso al empleo, para lo cual el peso específico de la segmentación laboral debe ponerse en consideración con los ciclos económicos. Una generación es posible de estudiarse a partir de estilizaciones teóricas que brindan herramientas sobre las perspectivas subjetivas y las posibilidades del cambio social de una época en donde, como ha ensañado Mannheim, los marcos culturales comunes conforman el escenario desde el cual se delimitan las experiencias compartidas (Leccardi y Feixa, 2011). Sintéticamente, las caracterizaciones más extendidas delimitan una generación de postguerra («boomers»), una generación apática («X»), la «Generación Y» o millennials, entre otras definiciones vinculadas a las dinámicas occidentales y hegemónicas de organización de la vida social.

Los fenómenos culturales y la idiosincrasia tradicional sobre los que se definen los hitos y pasajes hacia los roles adultos enmarcan los contenidos desde los cuales se puede definir una generación. Pese a ello, no menos cierto resulta ser que dichos rasgos o fenómenos se encuentran altamente matizados por las definiciones sociogenéricas de los sujetos y las condiciones fácticas de uso y participación de los distintos espacios e instituciones sociales. En este punto, el factor de autonomía que otorga el empleo como hito de tránsito de la juventud a la adultez choca con la realidad de exclusión que enfrentan los diversos grupos juveniles, situación que se acrecienta conforme pasan los años. Entonces, ¿en qué medida es posible hablar de experiencias generacionales comunes en el marco de tránsitos laborales que expresan la producción y reproducción de la división social y sexual del trabajo? ¿Cómo reflexionar en la conformación de rasgos generacionales transversales dentro de marcos culturales que valoran moralmente -y como medio de vida- el trabajo remunerado, en el marco de una expansión de la falta de acceso al empleo por parte de toda una porción de la fuerza de trabajo?

3. La situación laboral de las juventudes

Como expresión del traspaso de los «años de oro» vividos en los países del capitalismo occidental, el aumento de la desocupación y la expansión de empleos de escasa calidad marcaron tendencialmente el deterioro del mercado laboral durante la década de 1980. En continuidad histórica, la irrupción de la globalización como elemento ordenador del mundo post-Muro de Berlín condicionó el desarrollo de las economías nacionales, dando paso a una fragilidad en la construcción de las ciudadanías económicas al poner en jaque la capacidad de los Estados nacionales de ser garantes de los derechos básicos universales (Tokman, 2001). La consolidación a lo largo de la década de 1990 de la desarticulación fáctica de las experiencias de regímenes laborales con plena seguridad jurídica marcó el cierre de una época y el inicio de otra, en cuyo teatro la población juvenil pasó a constituirse en el núcleo sustancial del asentamiento de la vulnerabilidad laboral (Auyero, 1993). En efecto, el asentamiento del uso y costumbre de formas de contratación precarias en el nuevo milenio resultó ser un promotor del aumento de la vulnerabilidad laboral, signando y segmentando a la población juvenil (Pérez Islas, 2008; Standing, 2014; Miranda y Alfredo, 2018). Sobre principios de siglo veintiuno, las tendencias de la situación del empleo de las juventudes muestran rasgos de precariedad persistentes que se consolidan como un elemento con poca reticencia a los cambios en los patrones de crecimiento. Caso contrario es la desocupación, la cual resulta reactiva a los ciclos económicos (Miranda y Alfredo, 2018). De cara a las condiciones y tendencias existentes señaladas, la incorporación en actividades de escasa calificación y alta rotación dejó de ser un ámbito inserción temporal y de «adquisición de experiencia» para constituirse en formas de acceso al empleo urbano tipificados como nichos laborales juveniles (Longo y Busso, 2017; Tolosa, 2020).

Frente a las transformaciones el mercado laboral, las investigaciones sobre dinámicas generacionales que analizaron la combinación de acontecimientos culturales significativos junto a las tendencias laborales han puesto en cuestionamiento la lógica universal y unidireccional sobre el concepto «juventud». En efecto, sea por la expansión de la vulnerabilidad en el ámbito laboral para las primeras experiencias y/o por la extensión de las trayectorias educativas, el corrimiento del límite temporal de las juventudes requiere poner entre paréntesis los hitos normativos burgueses tradicionales de pasaje a la vida adulta (conformación de trayectorias educativo-laborales vinculadas, la constitución de un núcleo familiar, entre otros). Como proceso con múltiples recorridos sin linealidades preponderantes, el paso común precarizado que encuentran las juventudes al momento de ingresar al empleo tiende a diferenciarse conforme avanza el curso de vida y se inicia el proceso de estratificación social y asentamiento de estereotipos de género, situación que redunda en la reproducción social ingresada la edad de treinta años (Pérez Isla, Valdés y Suárez, 2008; Miranda, 2015; Cuervo y Wyn, 2017; Corica, Freytes y Miranda, 2018).

Las esferas del empleo (como factor de autonomía) y la salida del hogar familiar (como expresión de emancipación) resultan ser dos elementos ordenadores desde los cuales se han definido, al menos en los esquemas de organización social hegemonizados por los patrones culturales burgueses occidentales, los mecanismos, procesos e hitos de pasajes de las juventudes a los roles adultos (Miranda, 2019). En este punto, el estudio de los procesos de autonomía y emancipación como expresión de los patrones de reproducción social demanda atender las estrategias familiares a la hora de comprender las oportunidades de generación de ingresos. Al tiempo que estos procesos son fruto de marcos de acción diferenciados entre el «Primer» y «Tercer» mundo, a raíz de los desarrollos históricos particulares de industrialización, urbanización y políticas sociales universales (Roberts, 1996; Mazzeo y Ariño, 2013; Miranda, 2019). Estudios recientes dan cuenta de cómo la organización familiar continúa siendo una estrategia de acción y movilidad social del núcleo doméstico, siendo posible observar cambios y/o reproducciones en el plano individual a partir de condiciones estructurales heterogéneas, lo cual (re)crea marcos de interdependencia familiar segmentada para los diversos sectores sociales (Perona y Schiavoni, 2018; González y Chiatchoua, 2021).

El cuestionamiento al carácter universal y atemporal de las categorías juventud y generación encuentra así un debate inexorable por la conformación de las tendencias históricas del capitalismo y cómo estas moldean a la fuerza laboral según sus particularidades demográficas, culturales e idiosincráticas, condicionadas por su localización en el Norte o Sur global. En paralelo, los aportes críticos provenientes de los estudios de género han puesto en consideración cómo las construcciones de los espacios de accesos y participación ocultan precondiciones de desigualdad que centran en estereotipos oportunidades y aptitudes de cara al empleo. Las definiciones neoclásicas desde las cuales se han estudiado los fenómenos laborales traen ocultamientos e invisibilización bajo figuras estigmatizantes, tales como «población inactiva», «NiNis», dejando sin efecto la nominación en las tareas de cuidados de personas adultas mayores y menores que efectúan las mujeres (Salvia y Miranda, 1999; Millenaar, 2017). Así, la designación de tareas de cuidados a partir de patrones de género tradicionales performa sesgos en el ingreso al mercado laboral, el cual retroalimenta las condiciones de desigualdad y asienta los modelos sociales patriarcales (Miranda y Arancibia, 2017).

En Argentina, las investigaciones laborales contemporáneas dan cuenta de un proceso de transformación de la estructura social que se inicia con la dictadura cívico-militar de 1976, se profundiza con las reformas estructurales de la década de 1990 y culmina en los 2000 con la polarización de ingresos, incremento de la masa laboral informal y el desarrollo de la crisis económica-social de mayor envergadura vivida hasta el momento (Groisman, 2013). La salida de la Convertibilidad en 2002 marca un cambio en el patrón de crecimiento, con una dinámica de protección del mercado interno y expansión del empleo asalariado formal, cuyo auge promedió en el año 2010 y presenta morigeraciones en su crecimiento hasta el año 2015. Para el caso, la mejora en las calificaciones y recategorización de la fuerza laboral a partir de las acciones de las organizaciones sindicales dieron como resultado mejoras salariales para los segmentos medios y altos del mercado de trabajo (Maurizio, 2014). En paralelo, los cambios normativos (Ley de Educación Técnico Profesional Nº 26.058/05, Ley de Educación Nacional Nº 26.206/06) y la implementación de programas de transferencia monetaria (Asignación Universal por Hijo -AUH-, Becas Progresar) dieron como resultado una mejora de la cobertura social con una expansión de la matrícula de los diversos niveles educativos (Corica, Freytes y Miranda, 2018). No obstante, las mejoras en las condiciones del régimen de acumulación local limitaron las perspectivas de empleos de calidad de manera sectorial. Pese a la reducción relativa del peso de los establecimientos y actividades de escasa productividad, los mismos continuaron siendo considerables en el volumen de ocupación de la fuerza laboral (Salvia y Lindenboim, 2015).

Bajo la administración estatal de la Alianza Cambiemos (2015-2019) se produjo un viraje de la orientación macroeconómica con eje en las actividades de comercialización de commodities y especulación financiera en detrimento de las actividades de mayor incorporación de valor agregado y/o utilización de mano de obra intensiva (Cantamutto y Schorr, 2017). El impacto de las medidas impulsadas tuvo consecuencias disímiles, ya que mientras la incorporación y permanencia en el ámbito educativo se sostuvo en tanto tendencia, en el plano laboral la brusca reducción de oportunidades impactó con mayor fuerza entre los segmentos menos favorecidos. Al tiempo, las políticas de empleo impulsadas con lógicas meritocráticas redundaron en iniciativas centradas en la empleabilidad y el desarrollo de emprendimientos individuales (Miranda y Carcar, 2020).

Luego de la derrota de la Alianza Cambiemos y en los albores de la nueva gestión, durante el año 2020 la expansión de la pandemia Covid-19 vio poner en marcha una serie de medidas en busca de la conservación del empleo y resguardo de los vínculos laborales vigentes. A pesar de ello, la caída de los ingresos producto del párate económico trajo aparejado un deterioro de los indicadores sociales (Beccaria y Maurizio, 2020). En paralelo, a medida que se evidencia un recrudecimiento del estado epidemiológico se desplegaron diversas iniciativas públicas a favor de la contención del aumento de contagios, entre las cuales se encuentran el cese temporal de las actividades presenciales del ámbito educativo para su continuidad por medios y formatos virtuales (Miranda y Alfredo, 2021). Sin embargo, la posibilidad de virtualización del proceso enseñanza-aprendizaje ha resultado complejo, en cuyo caso las segregaciones existentes complejizan el proceso de continuidad pedagógica a partir de los contextos de segmentación educativa (Álvarez et al., 2020).

Sobre la base de los lineamientos teóricos propuestos y la caracterización del período abordado, a continuación se presenta la evidencia empírica sobre el impacto de la pandemia Covid-19 en la situación laboral juvenil argentina desde un análisis vincular -es decir, desde una articulación de las variables edad-género-origen social- y en perspectiva para los diversos tramos etarios que comprenden el curso de vida de la población joven.

4. Indicadores del mercado de trabajo de las juventudes

Existen amplios acuerdos en que la inserción laboral de las juventudes se produce a lo largo de un amplio período temporal, y este se encuentra regulado por edades mínimas de ingreso al mercado de trabajo, en dirección a la protección integral de la niñez y adolescencias. Para fines estadísticos, en el texto se trabaja con las edades que comprenden entre los 15 y 29 años, separándolos por quinquenios que hacen referencia a la estructura educativa de nuestro país, que prevé la obligatoriedad de la educación secundaria hasta los 18 años de edad. Comenzando por las edades que se corresponden con la educación secundaria, el gráfico 1 propone una mirada integral de los indicadores de participación en el mercado de trabajo y asistencia educativa. El inicio de la serie muestra la salida de la crisis económica de los 2000, y el contexto en donde se planteó la obligatoriedad de la educación secundaria por el año 2006, cuando participaban del mercado laboral cerca del 20% de la población entre 15 y 18 años de edad. A partir del segundo tramo, y mediando los efectos de la Asignación Universal por Hijo (AUH), la integración a la actividad económica va descendiendo, más aún en el período de aislamiento provocado por la pandemia Covid-19 en el año 2020. De forma concomitante, la asistencia educativa se incrementa lenta pero sostenidamente en todo el período de análisis. En este punto, los datos del año 2020 deben observarse con cautela, ya que si bien expresan una tendencia general de continuidad, dicen poco de las diferentes situaciones que enfrentaron las juventudes de distintos grupos sociales, y que fueron documentadas por investigaciones ad hoc. Entre estas investigaciones, los trabajos de UNICEF fueron contundentes en señalar las brechas de conectividad y accesos a materiales pedagógicos para la continuidad educativa.

Fuente: Elaboración propia, sobre la base de datos de la EPH-INDEC.

Gráfico 1 Evolución de las tasas de actividad económica y asistencia educativa. Personas jóvenes de 15 a 18 años. Período 2006-2020. Total de Aglomerados Urbanos 

La idea de la combinación de los vínculos entre asistencia educativa y participación laboral se robustece al momento de observar las tendencias que presentaron los demás tramos de edad. El gráfico 2 muestra el momento en que las personas jóvenes ingresan masivamente al mercado laboral entre los 19 y 24 años de edad, correspondiendo con la etapa de finalización de la obligatoriedad escolar y en términos generales con el comienzo de la emancipación familiar, aunque más no sea a nivel de ingresos laborales. En este sentido, podría decirse que en esta etapa se concentran las mayores transformaciones, ya sean de tipo estructural o de coyuntura.

Desde el punto de vista estructural, son varios los fenómenos que influyen en el cambio, entre ellos se destaca la mayor extensión de las transiciones juveniles, apoyada en las menores oportunidades laborales y en la precariedad de las primeras inserciones ocupacionales. En un proceso que se combina con un mayor apoyo de familias y políticas públicas (p.e. Programa Progresar) a la continuidad educativa, ya sea para terminar la secundaria o continuar con la educación superior. Mirado en su conjunto, en el período en análisis se puede observar un decrecimiento de la tasa de actividad económica y un incremento sostenido de la asistencia educativa.

Fuente: Elaboración propia, sobre la base de datos de la EPH-INDEC.

Gráfico 2 Evolución de las tasas de actividad económica y asistencia educativa. Personas jóvenes de 19 a 24 años. Período 2006-2020. Total de Aglomerados Urbanos 

Al observar los fenómenos asociados a las situaciones de coyuntura y política económica-laboral surgen varias reflexiones. En primer lugar, un raro efecto de analogía entre tasas de actividad y escolaridad en el período de crisis de la pandemia Covid-19 (ver año 2020). En segundo lugar, y como puede verse en el gráfico 3, la caída más significativa de la actividad se verifica en los grupos de menores ingresos, que aparecen nominados como sector bajo, sobre todo entre las mujeres. Más aún, entre ellas, a pesar de la caída general de la actividad y en virtud de una gran pérdida de empleo, la tasa de desocupación alcanzó a prácticamente el 50% de quienes buscaron trabajo en el tercer trimestre de 2020. En tercer lugar, la caída de la actividad, la merma de empleo y el incremento de la desocupación alcanzaron a los sectores medios, aunque con menor intensidad, siendo mucho menor el impacto entre los sectores altos.

Fuente: Elaboración propia, sobre la base de datos de la EPH-INDEC.

Gráfico 3 Evolución de las tasas de actividad económica, empleo y desocupación según nivel de ingresos*. Mujeres jóvenes de 19 a 24 años. Período 2006-2020. Total de Aglomerados Urbanos. * El grupo bajo corresponde a los primeros cuatro deciles; el grupo medio, a los deciles 4 a 8; el grupo alto, a los deciles 9 y 10 de ingreso per cápita familiar. 

El análisis vincular edad-género deja en evidencia las brechas en torno a la actividad económica y la desocupación. Si bien las diferencias de género se presentan en todos los órdenes y a lo largo de todo el período abordado, el segmento de mujeres de 19 a 24 años resulta ser un grupo testigo de las tendencias diferenciadas. Estas son quienes proporcionalmente expusieron los niveles de actividad y desocupación más desfavorables, siendo posible señalar que la mayor cantidad de años de escolaridad no suplanta las barreras que representan las brechas de género en el acceso al empleo (Goren, 2017; Miranda y Arancibia, 2017). Frente a este primer escenario descrito, ¿cómo se desarrolló la calidad del empleo en vista del género e ingreso per cápita familiar del hogar de las personas jóvenes?

Fuente: Elaboración propia, sobre la base de datos de la EPH-INDEC.

Gráfico 4 Participación en sectores de escasa productividad* por nivel de ingresos per cápita familiar. Mujeres de 19 a 24 años. Período 2006-2020. Total de Aglomerados Urbanos. * Incorpora las categorías de servicio doméstico, cuenta propia y ocupación en microempresas. 

La participación en el sector de escasa productividad de las personas jóvenes de 19 a 24 años marca una clara diferencia por nivel de ingreso al momento de focalizar la participación de mujeres y varones para las actividades. La feminización de los servicios domésticos cabe ser comprendida en el entrecruzamiento de origen de clase de la población, situación que se plasma en la población masculina también en el aumento del cuentapropismo y la incorporación de microempresas (ver cuadro 1 del anexo). Es menester resaltar cómo el tránsito al empleo para los y las jóvenes de 19 a 24 años comienza a marcar el peso estructural del sector de origen y el patrón de género, en cuyo caso la conformación precaria del empleo excede el tradicional esquema de informalidad laboral. En este punto, la avanzada y asentamiento del cuentapropismo como espacios de inserción laboral efectivos conforma un universo de escasa calidad laboral, en donde el registro jurídico de dicha figura encuentra un reconocimiento público sobre las condiciones a las que se expone.

Fuente: Elaboración propia, sobre la base de datos de la EPH-INDEC.

Gráfico 5 Evolución de las tasas de actividad económica y asistencia educativa. Personas jóvenes de 25 a 29 años. Período 2006-2020. Total de Aglomerados Urbanos. 

La revisión de las experiencias históricas de finales del siglo veinte ha dado como resultado el surgimiento de diagnósticos estigmatizantes cargados de contenidos peyorativos y moralizantes. En efecto, las anacrónicas etiquetas «Ni-NI» o «inactivo/va» ha impregnado el imaginario colectivo y, en buena medida, las respuestas institucionales (Busso y Pérez, 2019). Sin embargo, a la luz de los datos presentados queda en evidencia cómo el rol de la asistencia educativa, el carácter reactivo que tiene el empleo juvenil a los ciclos económicos y los rasgos persistentes de la precariedad laboral a la cual arriban los segmentos juveniles requieren analizarse de manera situada. Dentro del ámbito laboral, las revisiones realizadas a partir de las variables edad-género-origen social tensiona los esquemas generalizables. El análisis situado de las variables permite relecturas sobre las trayectorias juveniles y desde allí dotar de densidad a las desigualdades persistentes a partir de las cuales las juventudes construyen sus cursos de vida y se materializan los procesos de estratificación social. Un eje de ello se observa en la evolución que presenta el segmento de 25 a 29 años. Esquemáticamente, el segmento conforma el período de estabilización y enclasamiento de los recorridos laborales poblacionales. Los ingresos per cápita y los roles de género asignados socialmente resultan ser elementos explicativos de las tendencias señaladas en la estratificación de la incorporación en los diversos sectores de actividad. Para el caso, en la realidad argentina del siglo veintiuno las oportunidades fácticas de participación se constituyen en trayectorias con mayores credenciales educativas, las cuales cargan tras de sí las pertenencias de origen y el perfil estereotipado de género (Corica y Alfredo, 2021).

Fuente: Elaboración propia, sobre la base de datos de la EPH-INDEC.

Gráfico 6 Evolución de las tasas de actividad económica, empleo y desocupación según nivel de ingresos*. Mujeres jóvenes de 25 a 29 años. Período 2006-2020. Total de Aglomerados Urbanos. * El grupo bajo corresponde a los primeros cuatro deciles; el grupo medio, a los deciles 4 a 8; el grupo alto, a los deciles 9 y 10 de ingreso per cápita familiar. 

El tercer tramo etario presenta una relativa estabilidad en la actividad laboral entre el período 2006-2019, siendo el año 2020 el que arroja una caída de 9%. Ahora bien, el grupo de jóvenes de 25 a 29 años presenta una disminución en sus indicadores laborales con una fuerte reducción de su actividad laboral. Este segmento ha sufrido una caída de menor medida que el segmento de 19 a 24, el cual, pese a la leve mejora de 2019, se contrae de manera significativa hacia el 2020 (gráfico 5). En el gráfico 6 se retoman los indicadores del segmento etario de 25 a 29 años. Con un aumento de la desocupación hacia el año 2019, sucede que en el marco de la recesión desatada en 2020 se registra un comportamiento diferenciado, ya que son las mujeres quienes ven reducir su nivel de desempleo. Una posible respuesta a este escenario es que el efecto desaliento haya afectado proporcionalmente en mayor medida a los jóvenes varones, situación que se ve matizada entre las mujeres del tramo etario por el aumento del autoempleo y/o relativa estabilidad de la inserción en los servicios domésticos.

Al observar las tendencias laborales juveniles en el nuevo milenio, cabe considerar cómo estas presentan brechas de acceso y la precariedad del empleo. Dichas tendencias requieren ser vistas tanto a la luz de los cambios en las fases de los ciclos político-económicos, como por el efecto que los sucesos coyunturales excepcionales y las desiguales condiciones que los diversos perfiles demográficos encuentran de cara a la participación del mercado de trabajo. Al tiempo, el impacto en la permanencia en el ámbito educativo se encuentra combinado a medida que se avanza en el curso de vida y se desciende en los escalafones de ingresos.

La diseminación de la actividad educativa y el ingreso medio al empleo a lo largo del período seleccionado dejan en evidencia que las perspectivas juveniles encuentran brechas definidas por el entrecruzamiento de los tramos etarios-género-origen social. Más precisamente, la cuestión del empleo y su calidad observa diferencias que afecta en mayor medida a quienes se encuentran entre sus primeras experiencias, mientras que a medida que avanzan los años la situación tiende a estabilizarse en los valores medios del mercado laboral argentino (Piñeiro Poy, 2017). En términos generales cabe señalar que existe una sectorialización de las oportunidades laborales como parte del efecto de segmentación del empleo propio del período Post-Convertibilidad. Al tiempo, las tendencias presentan por un lado el crecimiento tendencial del cuentapropismo en términos generales, y por el otro la sectorialización en actividades de servicios domésticos por parte de mujeres de bajos ingresos (ver gráfico 7 y cuadro 2 del anexo).

Fuente: Elaboración propia, sobre la base de datos de la EPH-INDEC.

Gráfico 7 Participación en sectores de escasa productividad* por nivel de ingresos per cápita familiar. Mujeres de 25 a 29 años. Período 2006-2020. Total de Aglomerados Urbanos. * Incorpora las categorías de servicio doméstico, cuenta propia y ocupación en microempresas. 

5. Debate

El panorama del mercado laboral juvenil se encuentra altamente influenciado por los cambios en los ciclos económicos y las directrices en términos de políticas de empleo que los sucesivos gobiernos ofrecieron (Miranda y Carcar, 2020). En Argentina, si bien el proceso expansivo presentó oscilaciones cada vez más restrictivas en el escenario laboral -el cual comenzó desde mediados del año 2014-, el período regresivo fue impulsado por la Alianza Cambiemos. Posteriormente, el párate social que implicó la pandemia Covid-19 dejó como resultado una importante crisis en el mercado laboral juvenil. Ante este escenario, la revisión por los escenarios que se abren encuentra en el aumento de la desigualdad una consecuencia ineludible de señalar y abordar.

La pandemia Covid-19 trajo consigo un aumento de la desigualdad social entre las juventudes a partir de una aceleración de las tendencias sesgadas en la participación laboral, expansión de la desocupación y el incremento de las ocupaciones de baja calidad. El efecto de desaliento y reproducción de inserción ocupacional por nivel de ingreso y género dejó como consecuencia que las estrategias de generación de ingresos se han complejizado a lo largo del 2020. El recrudecimiento de las condiciones de vida de la población se materializó en un aumento de la vulnerabilidad social de las juventudes por medio de la retirada de la actividad laboral y escasa posibilidad de acceso a empleos de calidad.

En este marco, un primer escenario que se observa es la pérdida de autonomía relativa consecuente con el aumento del desaliento laboral entre las juventudes, lo cual se encuadra bajo el período recesivo de gobierno de la Alianza Cambiemos y pasa a profundizarse en el marco de la emergencia epidemiológica propia de la pandemia desatada en el año 2020. El incremento de la desigualdad, como su marcado sesgo de género y origen social, permite ensayar un cuadro de situación diferenciado en lo que respecta a la mayor heterogeneidad de las transiciones juveniles. Por un lado, en el plano educativo se han puesto sobre la mesa las problemáticas subyacentes de las desigualdades preexistentes. La necesidad de comprender las dinámicas de la interacción de las desigualdades requiere de un trabajo multidimensional que pueda captar y ponga en evidencia aquello que los esquemas categóricos de las definiciones teóricas y mecanismos de operacionalización de las estadísticas no alcanzan a registrar. En efecto, el hermetismo categórico del «asiste»/«no asiste» (como su paralelismo en la «inactividad laboral»), si bien resulta sumamente pertinente para pensar en las tendencias macro, poco puede decir sobre las tramas cotidianas fluctuantes de continuidad-interrupción-continuidad-alejamiento-vuelta a la escolaridad, más aún durante el repentino proceso de virtualización del proceso enseñanza-aprendizaje encarado en favor de la continuidad pedagógica (Grinberg y Armella, 2020)

Un segundo escenario de complejización se observa en los tránsitos truncados que los y las jóvenes con mayoría de edad y sin obligación de asistencia al sistema educativo atraviesan de cara a la actividad laboral. El grupo de 19 a 24 años muestra un marcado deterioro de su situación laboral producto de su reducción dentro de la masa laboral, caída del empleo y el mayor aumento proporcional de la desocupación. Un ejemplo de ello es la situación que plasman las jóvenes de bajos ingresos, quienes se han incorporado en una mayor proporción en empleos de escasa productividad -como es el caso de los servicios domésticos-, en donde a su vez la retirada de estas de los puestos laborales en microempresas es proporcional al aumento de la figura cuentapropista. Para el caso, cabe señalar cómo es en este tramo etario donde las brechas de acceso y permanencia en el empleo comienzan a marcar trayectorias sociales que se asentarán pasados los años. En efecto, el tramo de 25 a 29 años muestra en sus tasas de actividad y empleo sesgos por nivel de ingreso, lo cual queda ilustrado en aquellas jóvenes que continuaron ocupadas durante el tercer trimestre de 2020, remitiendo su situación a un asentamiento de los estereotipos de género y proceso de estratificación social. Al escenario ya descrito de desigualdad subyacente en las condiciones fácticas de continuidad educativa -sea por la necesidad de incorporación a la actividad o por la falta de recursos para el viraje a la virtualidad impuesta durante 2020-, los y las jóvenes del tramo etario de 19 a 24 años se han encontrado con un desaliento laboral y/o desocupación abierta que constriñen sus oportunidades de inicio de un proceso de migración del hogar de origen.

Por último, un tercer escenario de ampliación de la brecha en los procesos de autonomía se encuentra asociado a los sesgos que se observan para el segmento ocupado. Este grupo, que ha sorteado las barreras del desaliento y la desocupación, encuentra un escenario de inserción en empleos de escasa calidad altamente segmentado y focalizado, dando así continuidad al proceso de estratificación y asentamiento de los estereotipos de género. Dicha situación puede ejemplificarse a partir de la situación de las jóvenes, quienes, a lo largo de todos los tramos y sectores sociales, registran actividad a lo largo del período dentro de los servicios domésticos. La focalización de las labores presenta un corte de origen social que encuentra entre las jóvenes de bajos ingresos al grupo más numeroso.

De los datos relevados se observa que existen condiciones estructurales y desenvolvimientos segmentados de las oportunidades laborales que han cimentado precariedades multidimensionales que, ante coyunturas críticas, se profundizan y redundan en desigualdades persistentes. En términos educativos, la expansión de la matrícula educativa introdujo un espacio de participación social extremadamente significativo. Ahora bien, los desafíos por la continuidad pedagógica y el impulso de esquemas que integren la virtualidad a la dinámica formativa han puesto en debate las deficiencias en infraestructura, conectividad y accesibilidad tecnológica que existen entre las juventudes (Alba, 2021).

La complejización en las oportunidades laborales y condiciones heterogéneas a la hora de la continuidad educativa pone de relieve la necesidad de reflexionar en torno a las estrategias de generación de autonomía y emancipación para los y las jóvenes. Sea por la dinámica de subsistencia del grupo familiar -para los sectores de bajos ingresos-, o bien el impulso a los procesos de independización familiar -dentro de los sectores de ingresos medios y/o altos-, la necesidad de ingresos resulta ser uno de los requisitos sine qua non para la posibilidad de autonomía relativa. Como sostiene Pérez Sainz (2021), la pandemia Covid-19 ha dejado en evidencia que el recrudecimiento de la desigualdad social resulta en una retirada focalizada de la actividad laboral, en donde la posibilidad de afrontar una reversibilidad de las situaciones de marginación social requiere tanto de ciclos económicos expansivos como de la implementación de políticas públicas democratizadoras de los espacios e instituciones sociales. En esta línea, las estrategias familiares de supervivencia (sea por la obtención del ingreso, sea por la reproducción y movilidad social) vuelven a tomar una centralidad superlativa a la hora de encarar los procesos de autonomía de los miles de jóvenes que se enfrentan a mercados de trabajo en cierre.

Ante este escenario, la cuestión de la reversibilidad de los efectos de los tiempos históricos (vulnerabilidad laboral Post-Convertibilidad) y las coyunturas (desaliento laboral pandémico) impulsa a reflexionar en torno a experiencias comunes y respuestas políticas que rompan con la supremacía del individuo-método para concentrar la mirada en los entramados y las respuestas que desde ellos pueden congeniar. Sin dejar de imputar responsabilidad a los gobiernos sucesivos, el interrogante por el rol que ocupan los actores institucionales intermedios resulta central al momento de comprender los medios y mecanismos que dotan de materialidad a los usos y participaciones de las personas jóvenes de los distintos espacios sociales. Para el caso, el reconocimiento e implementación de estrategias comunitarias institucionalizadas integrales inscritas a las tareas de cuidados abren márgenes para el cuestionamiento de los estereotipos de género y la reproducción de las oportunidades segmentadas. Sumado a ello, la participación dentro de las múltiples instituciones que hacen al mundo del trabajo por parte de los sujetos jóvenes permite la incorporación de perspectivas y respuestas pergeñadas en parte por los propios sujetos de derecho.

Frente a la ecuación efecto desaliento + desocupación + empleos precarios = aumento de la desigualdad, la pregunta por los espacios y mecanismos desde los cuales fortalecer la autonomía se vuelve imperante. De cara a las tensiones que se presentan en las oportunidades laborales como factor de autonomía y emancipación para las trayectorias juveniles, cabe interrogarse por los espacios y mecanismos que aglutinan las experiencias y subjetividades en los procesos de estratificación social. Si bien el cuestionamiento a las ideas universalizables de generación y juventud encuentra en las lecturas de las realidades situadas y temporalidades en movimiento basamentos suficientes, no menos cierto resulta que tanto el empleo -como medio de subsistencia y valor social- y el peso de las familias continúan siendo factores pertinentes a la hora de interrogarse por los contenidos que aglutinan sentidos, tránsitos y oportunidades relativamente homogéneas aunque no unívocas-. En este punto, una apuesta por el fortalecimiento de organizaciones intermedias -organizaciones sociales, sindicales, gremiales estudiantiles- como la puesta en valor de las estrategias familiares deja asentado que ante los avances de los discursos meritocráticos, la focalización de iniciativas públicas de integralidad educación-trabajo y el reconocimiento de las dinámicas comunitarias son factores a ponderar a la hora de comprender cómo, porqué y cuándo se dan los diversos tránsitos y trayectorias de las juventudes.

Sobre la base de los datos observados, puede concluirse que la pandemia Covid-19 produjo una profundización de la desigualdad social entre las personas jóvenes, generando una ampliación en las brechas de acceso y permanencia en el empleo, con un marcado sesgo en el desaliento laboral y desocupación entre los distintos sectores sociales y géneros. Frente al proceso de deterioro y complejización de los tránsitos y continuidades en los ámbitos laborales, las juventudes pertenecientes a los sectores de menores ingresos que lograron insertarse laboralmente lo han hecho en empleos de escasa calidad, entre los cuales se destaca la feminización de los servicios domésticos, la reducción de la participación varonil en las empresas de menor escala y el aumento significativo del autoempleo bajo la figura del cuentapropismo.

6. Comentarios finales

A lo largo del texto se analizó, a partir de fuentes secundarias, el impacto de la pandemia Covid-19 en la situación laboral de las personas jóvenes en Argentina. Cabe señalar que entre las complejidades del análisis se encuentran las limitaciones propias de la fuente -la cual habilita a lecturas en cuanto a tendencias y estimaciones-, en donde la aprehensión de las desigualdades de orden cualitativo no se comprende en sus dimensiones. Pese a ello, resulta pertinente ponderar cómo las encuestas periódicas de hogares brindan información estructural de las condiciones de vida de los grandes aglomerados urbanos.

Retomando un análisis interseccional por los patrones de género y clase social, se concluye cómo las tendencias precarias y segmentadas de acceso al empleo por parte de las juventudes durante el período Post-Convertibilidad se han visto profundizadas a la luz del ciclo recesivo iniciado durante el gobierno de la Alianza Cambiemos y el desarrollo de la pandemia Covid-19. Dichas consecuencias encuentran para el grupo de 15 a 18 años un panorama de complejización de los tránsitos hacia las primeras experiencias de empleo. Por otro lado, si bien se observa un aumento de la tasa de desocupación, el dato sobre la reducción de población activa correspondiente a los tramos de 19-24 años y 25-29 años refleja una retirada de fuerza laboral cuyos principales espacios de participación y actividad parcial y/o total, el menos en términos teóricos, se corresponde con el empleo. En efecto, se observa una contracción de la actividad varonil y una profundización en la tendencia de precariedad y aumento de la segregación femenina.

El artículo buscó ampliar el debate por los espacios y mecanismos desde los cuales comprender, impulsar y fortalecer los procesos de autonomía y emancipación de las juventudes, en particular entre aquellas juventudes pertenecientes a los segmentos de menores recursos. En este punto, la necesidad de comprender tales procesos situados amplía un campo de investigación-acción, entre los cuales cabe poner en consideración cómo se dan las estrategias familiares de supervivencia. Así, las lecturas por la (re)generación de nuevos lazos de interdependencia familiar y con organizaciones intermedias con los que las juventudes interactúan y producen prácticas de autonomía relativa requieren correr los velos individualistas en favor de la valoración de dinámicas comunitarios como trincheras por la justicia social.

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Anexo metodológico

Para el análisis del impacto de la pandemia Covid-19 se realizó un estudio de los principales indicadores laborales relevados por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para el tercer trimestre del período 2006-2020. La resolución del relevamiento del tercer trimestre responde, tanto a la estabilidad que el mismo presenta ante fenómenos tales como los flujos migratorios laborales estacionales, como a los períodos de asistencia efectiva a los establecimientos educativos definidos en los calendarios lectivos anuales. Resulta pertinente aclarar que, al momento del análisis por nivel de ingreso, los datos se interpretan en cuanto estimación a raíz del tamaño del universo. La situación educativa se define como promedio simple de asistencia a alguno de los niveles y/o modalidades formales que el sistema educativo argentino ofrece. Producto del estado epidemiológico y en búsqueda de la conservación de la salud de la población y personal abocado a la aplicación de la encuesta, el INDEC desarrolló una serie de modificaciones al procedimiento de definición de la muestra y relevamiento. La aplicación de la encuesta fue llevada a cabo vía telefónica a partir de la información disponible en el organismo. Para lograr la conservación de la muestra y en busca de la reducción de sesgos en la información recolectada, las directrices primarias del organismo rondaron en dos aspectos fundamentales: a) replanteo de la rotación de los hogares para garantizar la representatividad de sectores sociales; b) implementación del método de propensity score para el ajuste en la probabilidad de participación (INDEC, 2020). A pesar de los esfuerzos desarrollados en los procedimientos y recaudos tomados por el organismo, la información presentada sobre el tercer trimestre de 2020 debe tomarse a modo ilustrativo de la situación laboral de la población juvenil ante la pandemia del Covid-19.

Anexo estadístico

Cuadro 1 Participación en sectores de escasa productividad por nivel de ingresos per cápita de la canasta familiar. Jóvenes de 19 a 24 años.  

Sexo Nivel Sector Año
2006 2010 2014 2016 2019 2020
Mujeres Bajo Cuenta propia no profesional 7,4 7,4 9,2 14 16,7 32,5
Servicio doméstico 30,1 26,5 25,6 27,1 20,6 20,0
Microempresas 20,5 23,5 21,7 22,3 23,2 15,5
Medio Cuenta propia no profesional 7,3 3,3 7,5 16 12 20,4
Servicio doméstico 11,9 12,7 17,3 10,3 11,4 11,3
Microempresas 19,3 22,1 18,6 17,7 20,2 11,7
Alto Cuenta propia no profesional 3,2 4,5 1,6 0,6 5,1 5,0
Servicio doméstico 2,0 2,8 4,1 10,6 4,4 2,2
Microempresas 20,4 14,3 13,2 12,3 8,5 28,4
Hombres Bajo Cuenta propia no profesional 10,9 11,7 13,1 15,7 14,8 20,2
Servicio doméstico 0,2 0,8 0,3 0,3 0,4 0,1
Microempresas 28,6 27,5 33,6 32,2 31,5 38,7
Medio Cuenta propia no profesional 8,4 7 10,3 8,4 13 14,9
Servicio doméstico 0 0,2 0,1 0 0 0
Microempresas 19,5 18,7 18,8 25,9 23,7 24
Alto Cuenta propia no profesional 6,2 6,5 7,7 3,1 11,1 7,8
Servicio doméstico 0 0 0 0,2 0,2 0
Microempresas 13,1 10,8 10,5 11,2 10,1 23,7

Fuente: Elaboración propia, sobre la base de datos de la EPH-INDEC.

Cuadro 2 Participación en sectores de escasa productividad por nivel de ingresos per cápita de la canasta familiar. Jóvenes de 25 a 29 años.  

Sexo Nivel Sector Año
2006 2010 2014 2016 2019 2020
Mujeres Bajo Cuenta propia no profesional 10,1 13,2 10,4 15,4 18,6 27,1
Servicio doméstico 33,6 28,5 25,2 29,1 20,8 19,7
Microempresas 12,9 17,3 14,9 15,5 14,7 15,8
Medio Cuenta propia no profesional 10,5 9,0 7,7 9,8 10,4 24,5
Servicio doméstico 9,4 8,7 7,1 5,1 6,4 14,5
Microempresas 13,1 17,5 13,5 12,5 12,9 5,6
Alto Cuenta propia no profesional 5,1 6,9 8,8 2,8 8 4,2
Servicio doméstico 2,2 1,6 2,2 1,3 0,5 0,2
Microempresas 12,8 11,1 12,4 8,8 9,6 9,8
Hombres Bajo Cuenta propia no profesional 17,6 12,9 16,6 15,6 22,7 34,3
Servicio doméstico 0,1 0,4 0,2 0,3 0,3 0,3
Microempresas 21,5 24,2 22,2 24,7 21,8 25,8
Medio Cuenta propia no profesional 8,7 9,9 12,5 8,4 15,1 19,3
Servicio doméstico 0 0,6 0 0,4 0,1 0,4
Microempresas 19,2 16,5 12,5 15,5 17,4 21,3
Alto Cuenta propia no profesional 4,0 6,3 8,3 6,4 6,5 11,3
Servicio doméstico 0 0 0 0 0 0
Microempresas 15,4 12,4 11,4 16,5 12,7 11,1

Fuente: Elaboración propia, sobre la base de datos de la EPH-INDEC.

Received: June 29, 2021; Accepted: September 14, 2021

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